lunes, 30 de abril de 2012

La Reina

La reina se levanta, se peina, se pone bella.
Hay que cuidar las apariencias.
A veces me pregunto si le dará la cara,
si no sentirá vergüenza,
al encontrar en el espejo su reflejo.
Puede que tenga miedo
de hallar el retrato de Dorian Gray.


Ella habla al pueblo,
que en masa la sigue por algunas monedas,
victoreando el nombre de "Él", cual si fuera un dios.
Con sus palabras de seducción, 
debo reconocer, habrá ganado algún corazón.


Un día la reina cayó enferma,
enferma de poder.
Porque otro tipo de patología
su cuerpo no dejó ver.


La soberbia es su espada;
la mentira, su escudo.
Antigua aliada de los verdugos de la carretera
y de los payasos del circo de Venezuela,
nos venda los ojos
para llevarnos donde ella quiera.


Desde sus palacios de hielo nos dicta decretos,
necesarios y urgentes para defendernos
de esos monstruos pequeñitos
que quieren desarmar nuestro país modelito.


No tiene límite, ni oposición,
Ella es la Reina de esta Nación.


miércoles, 18 de abril de 2012

Un Hombre Enamorado


¿Han visto alguna vez esa mirada triste en los ojos de un hombre? ¿Aquella que te dice que hay algo que anhela, pero no puede alcanzar?
¿Ese mensaje escrito en sus ojos que dice que su anhelo tiene nombre, nombre de mujer? ¿Y desde lo profundo de su alma grita que está buscando amor?
¿Son demasiado ambiciosos? ¿O sencillamente piden aquello que merecen pero no les es concedido?
Esos ojos traspasan almas. Y ni la música ni la poesía los libran a veces de su triste soledad.

martes, 17 de abril de 2012

La Casa de Asterión

Herido de muerte, Asterión medita...
¡Al fin has llegado a mí, glorioso redentor! Con tu implacable espada has puesto fin a mi dolor.
Pero... ¿quién eres?, quisiera ver tu rostro.
¿Redentor? ¿Dónde estás, mi salvador? ¡Responde! No me abandones en este momento. ¡Déjame ver tu rostro! Sólo veo un minúsculo rayo de sol asomarse desde algún lado, pero no sé de dónde, ¡mi casa es tan grande...!
¿Es que acaso eres tú, Apolo? ¡Oh! ¿Eres tú, aquel que al igual que yo, no se repite en este mundo en donde todo está catorce veces? ¿Eres tú, oh gran llama poderosa, aquel que me ha salvado de este lugar de infinidad? ¡Gracias! ¡Gracias por haberme puesto fin!, aunque este, como cualquier otro fin, sea sólo un comienzo. Y tal vez todo empiece muchas veces, catorce veces...